Nota publicada en el diario "La Capital" de Rosario, que puede ser leida aqui:

http://www.lacapital.com.ar/contenidos/2007/12/09/noticia_0006.html

 

Radio Club: Los artesanos de la comunicación.

Hoy la imagen puede resultar algo risueña. Sin embargo es adecuado remontar un vuelo imaginario hacia el anochecer del 27 de agosto de 1920 y posar por un instante la mirada sobre la terraza del Teatro Coliseo de Buenos Aires. Esa noche, entre las 21 y la medianoche, el médico y radioaficionado Enrique Susini junto a sus tres amigos, César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica, lograron emitir la ópera Parsifal constituyendo de esa manera la primera transmisión radial del mundo. Al día siguiente, una crónica firmada por el crítico musical Miguel Mastrogiani en el diario La Razón titulaba: "Una audición llovida del cielo. Parsifal a precios popularísimos"; y en uno de sus primeros párrafos decía: "Anoche una onda sonora onduló vermicular por el espacio, como cubriendo con su sutil celaje de armonías la ciudad entera".

 

Enrique Susini había estado un año antes en Francia interesado por los equipos transmisores utilizados por el ejército galo durante la Primera Guerra Mundial. De aquel viaje, Susini trajo a la Argentina algunas válvulas Pathé, con las que armó un precario equipo. De esa manera creó junto a sus amigos LOR Sociedad Radio Argentina y acordó con los dueños del Coliseo colocar una pequeña antena en la terraza del teatro. A partir de ese día pasaron a la historia como los "Locos de la Terraza".

Aquella noche unas cincuenta personas escucharon la ópera en las pocas radios de galena que existían y el presidente Hipólito Yrigoyen comentó: "Cuando los jóvenes juegan a la ciencia es porque tiene el genio adentro".

Una historia local

La noticia no tardó demasiado en llegar a nuestra ciudad y el interés por las radiocomunicaciones comenzó a expandirse rápidamente. La curiosidad de los rosarinos se acentuó un poco más, debido a que los buques cerealeros que amarraban en el puerto empezaban a mostrar las clásicas antenas multifilares. El entusiasmo fue creciendo al igual que la cantidad de mástiles y cables que se levantaban en las azoteas, intentando captar las emisiones de Radio Sud América o Radio Cultura de la Capital Federal.

En diciembre de 1921 se funda el Radio Club Rosario, cuyo objetivo era más bien experimental y de estudio sobre los elementos radioeléctricos. Al no estar reglamentada aún la actividad del radioaficionado, el uso de las potencias y de las frecuencias era discrecional, lo que provocaba interferencias y trastornos en los pocos y selectivos receptores que había en esa época.

Tres años más tarde comienzan a regir algunas normas más bien precarias para el funcionamiento de las estaciones de radioaficionados y se entregaron las primeras licencias. Esto llevó a que el 25 de septiembre de 1927 se produjera la segunda fundación del Radio Club Rosario, que incluía la habilitación de una estación dedicada a la radiodifusión que funcionaría hasta 1930 y que tenía la autorización para emitir programas culturales que se enviaban a través de la línea telegráfica.

Días de radio

El sonido agudo de una interferencia no permite escuchar con transparencia la lejana voz de fondo. El ingeniero electrónico Alfredo Angeletti mueve el dial de frecuencias automáticamente y los ruidos se apaciguan un poco. "Ahora estoy entrando en una banda que se denomina de ochenta metros", explica mientras toma el micrófono del equipo de transmisión.

?Break, break; LU8FDZ pide entrada ?dice Angeletti.

Hay unos segundos de espera y entre los ruidos de descargas se escucha a alguien que dice:

?Adelante Rosario, acá transmite LU8 Radio Club Rafaela.

?Buenas noches, estamos haciendo una especie de demostración para un invitado que desea conocer sobre lo que trata la radioafición. Un abrazo fuerte y espero verlos pronto ?s aluda Angeletti.

?Con todo gusto, buenas noches para ustedes.

Los ruidos de fondo continúan y se oye una multiplicidad de voces en el parlante. "Esto es un comunicado; aparece uno, después otro y entonces te podés quedar tres o cuatro horas charlando y no parás", asegura el ingeniero.

Tres días por semana en la sede del Radio Club Rosario, en la calle Zeballos 817, se reúne un puñado de hombres apasionados por este hobby. Allí hablan de sus comunicados, estudian las nuevas tendencias en lo que ahora es la industria de la radioafición a nivel mundial y también debaten sobre el funcionamiento de los cursos u otorgamientos de nuevas licencias para las personas que se acercan a la actividad.

Eduardo Milhomens tiene 75 años y lleva apenas ocho años como radioaficionado, aunque asegura que el interés lo tuvo desde que era adolescente. "Creo que se nace con esto; en mi casa, más o menos por el año 1953, había un viejo receptor de radio valvular en onda corta. Ahí se escuchaba a los radioaficionados y a mí me gustaba mucho; antes estaban las escuelas de radio pero mi viejo nunca me incentivó. Hasta que el día menos pensado me vine a vivir justo en la esquina del Radio Club, cuando ya me había jubilado en la empresa que trabajaba, así que esa fue mi oportunidad y me anoté", enfatiza Milhomens mientras sus ojos destellan regocijo.

Luego de apagar los equipos, Alfredo Angeletti retoma la palabra y recuerda sus orígenes como radioaficionado. Tiene 60 años y hace más de treinta que obtuvo la licencia para poder operar. "En Armstrong, donde yo nací, no había quien se dedicara a esto y en esa época la actividad se aprendía como por herencia. Así que a mí me gustaba la electrónica y hacía aparatos que nunca funcionaban. Después me fui perfeccionando y la primera comunicación que logré fue con Casilda", dice, con una sonrisa.

La radioafición tiene varias facetas. Están aquellos que se dedican a buscar y conectar países; luego de hacer el comunicado se solicitan mutuamente unas tarjetas que certifican la comunicación. Otros se aplican de tal manera a las comunicaciones satelitales que lograron establecer contacto con la estación espacial internacional. Como ejemplo, vale recordar que el primer satélite argentino en ser enviado al espacio, el reconocido LU-SAT, fue hecho por radioaficionados. A esta lista también hay que agregarle los que aún alimentan una manera antigua de comunicarse pero no por ello menos eficaz, como lo es la telegrafía.

Los radioaficionados tienen una sigla particular que los identifica, por lo tanto cada uno de ellos es una estación de radio en sí mismo. "Entonces cuando uno se presenta con su patente ya se sabe desde dónde está transmitiendo. En mi caso es LU8FDZ, y ahí el oyente sabe que LU pertenece a Argentina y la F a la provincia de Santa Fe", explica Alfredo Angeletti.

LU8FM es la patente de Eduardo Milhomens, que además desempeña el cargo de secretario del Radio Club Rosario. Su voz tiene un tono más bien suave y asegura que entre los pares tanto nacionales como internacionales se produce una especial fraternidad. "Uno de los lemas de la radioafición es que la finalidad de este hobby es hacer amigos sin fronteras. A través del éter se establecen grandes amistades que duran para siempre", dice.

Alfredo Angeletti deja de lado por un momento la revista técnica que estaba hojeando y agrega: "A nosotros nos fascina la comunicación por la comunicación misma. El comunicado consiste en eso, es decir, me comunico y le doy mi domicilio para que me envíe la tarjeta, ahí se termina. Después uno va haciendo diferentes amigos y entonces se ponen de acuerdo en el horario y la frecuencia para hablar, es como ir al bar", grafica.

Emisiones en la isla

Roberto Marinesco se considera un radioaficionado atípico. "Hace quince años atrás no tenía idea de todo esto ?cuenta?. Por mi trabajo como consignatario de hacienda tuve la necesidad de tener un equipo de transmisión". En esos años no proliferaban los celulares, entonces Marinesco conectaba un sistema al teléfono de su casa que se ligaba a una radio "y si me llamaban a mi domicilio, mediante otros sofisticados aparatos, yo podía contestar desde donde estuviese. Era un sistema donde podía escuchar varias frecuencias y eso solamente lo pueden hacer los radioaficionados". Una vez advertido de esto, decidió sacar la licencia solamente con el objetivo de trabajar con tranquilidad y se topó con una grata sorpresa.

"Encontré un mundo maravilloso e impensado en el que dos personas podían hablar de una punta a la otra del mundo con algo que se construyeron prácticamente ellos. Porque la comunicación es la última parte de todo un proceso que lleva armar la antena, el equipo y además proveerse de fuentes de energía", dice Marinesco. A partir de ese momento la radioafición pasó a ser tan importante para él que instaló su propio equipo de comunicación en la desembocadura del río Carcarañá y desde allí compite en concursos de nivel internacional.

También tuvo la oportunidad de conocer la estación de radio que se encuentra en las islas Galápagos. "Fuimos invitados y participamos de un concurso de radioaficionados. Realmente fue una experiencia única debido a que ellos tienen una posición geográfica privilegiada a nivel de ondas, porque están cerca del Ecuador y en el medio del Pacífico", concluye.

El Radio Club Rosario cumplió sus flamantes 80 años y sigue respetando a rajatabla su lema principal: "no importa la clase de licencia que tenga un radioaficionado, sino qué clase de radioaficionado tenga una licencia".

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